viernes, 1 de enero de 2010

1º de enero, el día de los revolucionarios



Líderes revolucionarios de todas las épocas eligieron Año Nuevo para cambiar el orden establecido e imponer el propio. La fecha encierra un poderoso significado simbólico asociado a la fe religiosa y la promesa de una vida mejor. Incluso San Martín se rebeló el primer día de 1820.

El 1 de enero es una fecha emblemática no sólo por ser el día inaugural de un nuevo año, sino porque a lo largo de la historia ha sido elegido por reyes, conquistadores, líderes políticos y revolucionarios para asumir el poder sin privarse de arduas luchas tanto en el campo de batalla como en la palestra política.

Así, en 639 Mahoma captura La Meca con su ejército; en 1432 Yusuf es proclamado sultán en Granada; en 1554, en Chile, los mapuches al mando de Lautaro derrotan a los españoles y dan muerte a Pedro de Valdivia; en 1809 Martín de Álzaga encabeza en Buenos Aires una asonada para destituir a Santiago de Liniers; en 1861 Benito Juárez entra a la Ciudad de México después de la Guerra de Reforma; en 1942 se firma la Declaración de las Naciones Unidas en Nueva York y en 1951 la ONU crea el ACNUR (Alto Comisionado de Naciones Unidas para el Refugiado); en 1959 Fidel Castro derroca a Batista y comienza la Revolución Cubana y en 1994, en México, el subcomandante Marcos se rebela al frente del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

Entre los centenares de ejemplos, destacan las coronaciones de reyes y emperadores; las asunciones de cargos presidenciales, las declaraciones de guerra, y claro, sus contrapartidas: asesinatos de reyes, derrocamientos de presidentes y capitulaciones de generales.

Se hace evidente que la elección del 1 de enero para “empezar de nuevo” encierra significados políticos y culturales estrechamente vinculados a la problemática de las revoluciones. La larga serie de evidencias históricas señalan que esta fecha elegida insistentemente para poner en marcha procesos revolucionarios.

Uso político del 1 de enero

“Esto se asocia al amplio contexto de la cultura mediterránea específicamente cristiana. Es una experiencia que se puede vincular con la cultura política ibérica porque hay una sensibilidad especial y un uso político del 1 de enero señalado como punto de inflexión fundacional de un nuevo orden, contrario al existente, refundado sobre la base de la justicia y el desafío rotundo de la autoridad”, explica la doctora en Historia Beatriz Bragoni.

Para la investigadora del CONICET, el que estos sucesos hayan ocurrido el 1 de enero tiene que ver con la relajación de los sistemas de control haciendo posible poner en marchas estas acciones políticas colectivas.

Bragoni destaca que “no es un detalle menor la supuesta disminución de los controles policiales al momento de hacer exitosa una revolución o una iniciativa política de esta naturaleza. Esto está unido a una concepción del “buen gobierno”. Toda la tradición política ibérica desde la época colonial hasta las de las guerras de independencia, justificaba la rebelión como un acto legítimo en función de un gobierno que se considera justo frente a otro que se cree injusto”.

“Es una experiencia que se vincula con el pasado porque aún en el marco del antiguo régimen, en el marco de las monarquías católicas ibéricas, el 1 de enero era una fecha servía para iniciar este tipo de acontecimientos. Esto permite apreciar el componente político que no necesariamente tiene que ver con los atributos de las revoluciones en sí mismas”, señala Bragoni.

E ilustra esta idea con un ejemplo. “Entre la revolución de Rafael de Riego, del 1 de enero de 1820, que sirvió para rebelarse contra el absolutismo, y la Revolución Cubana liderada por Fidel Castro hay un abismo. Una revolución es una práctica política de desafío a la autoridad vigente de larga data que encuentra legitimidad en el largo plazo”, apunta la titular de la cátedra Historia de las instituciones argentinas en la Facultad de Derecho de la UNCuyo.

Religión, revolución y política

La investigadora señala que en este marco religión y política no están escindidas. El 1 de enero no sólo ha sido usado con un sentido político revolucionario, sino también asociado a un imaginario simbólico como el cristiano que lo supera y lo contextualiza en torno al desafío de la autoridad.

“Es obvio que las revoluciones no se han hecho en nombre de la religión”, asevera Bragoni. Pero explica que “el sistema de creencias opera decisivamente en las formas de pensar el cambio social y en este sentido que estos grupos revolucionarios, más allá de sus singularidades, hayan previsto y organizado sus estrategias conspirativas para presentarse en el espacio público el 1 de enero, implica que consciente o inconscientemente, esta fecha es clave para marcar un antes y un después en una concepción de tiempo en donde la revolución opera como inflexión y como ruptura”.

La docente destaca que en las revoluciones, en las guerras de independencia, el entusiasmo y la promesa como concepto teleológico ocupa un lugar central. No se trata de una relación directa entre religión y política sino del vínculo que mantienen en relación a la promesa y la construcción de un orden social y político distinto en el que se vive.

“La promesa se vincula con el 1 de enero porque es renovación, regeneración, revolución. Esto pone en evidencia un fenómeno de mucho mayor alcance que es la complejidad de los móviles que invitan a la acción política individual y colectiva”, argumenta.

La historiadora reflexiona: “En la tradición cristiana, el tema de la promesa tiene una enorme potencialidad porque las revoluciones plantean la posibilidad de hacer en la Tierra, encierran la potencialidad de crear una sociedad justa, de buen gobierno, de convivencia humana posible, que ya no sólo se ubica en la dimensión celestial sino que está llamada a ser concretada en un plano terrenal. Solamente para un pensamiento revolucionario, como fue el de la Ilustración y el de los movimientos emancipadores americanos del Siglo XIX y que se proyectan hasta el siglo XX, esa creencia, esa convicción puede compensar tanto sacrificio, osadía y coraje para creer que es posible. Si no estás convencido de que eso es posible es muy complicado sacrificar tu vida por la patria, por la igualdad, por la justicia, por ideales”.

Cabildos y revolucionarios

El 1 de enero se producía en todo el mundo ibérico, prescripto por el derecho vigente, el cambio de los capitulares en los cabildos. Era el día en que los cabildos se renovaban anualmente y los vecinos llevaban a cabo la elección de las nuevas autoridades.

“Ese día estaba pensado como un momento de cambio institucional y esto también pudo haber ayudado para que esa fecha fuera vista como propicia desde el poder, no ya desde acciones políticas subalternas, para un cambio en el funcionamiento de las instituciones”, explica Bragoni al tiempo que señala que esto se reproduce en todas las geografías iberoamericanas.

En el Río de la Plata también hay historias en este sentido. “El 1 de enero de 1809 cuando el Cabildo de Buenos Aires iba a renovarse, la coyuntura pretendió ser aprovecha por los capitulares realistas y muy fieles al rey Fernando VII cautivo en España, para ir en contra de las aspiraciones del sector patriota. En este caso, las fuerzas realistas fueron derrotadas por las milicias criollas dirigidas por Liniers y sostenidas por Cornelio Saavedra. Así, el golpe de 1809 es un anticipo de todo lo que va a pasar después en 1810”, relata Bragoni.

La especialista señala que “otro ejemplo muy sintomático de fin de año fue la batalla de Cerrito en la que Rondeau vence los realistas de Montevideo el 31 de diciembre de 1813. Eso marca que la fecha no está pensada para festejar sino que esos tiempos están pensados solamente en términos políticos. No hay otro interés”.

Mendoza no escapa a las prácticas de rebeldía de comienzos del año. E1 de enero fue elegido en varias ocasiones por los delegados de campaña para oponerse a la autoridad de turno, por ejemplo gobernadores, o para disputar a nivel territorial sus propios privilegios o sus propios derechos en torno a las luchas que se dieron en el siglo XIX entre federales y unitarios.

La investigadora aporta un ejemplo curioso: “Hay un caso muy particular que se desarrolla en San Carlos”, detalla. La batalla de Pavón que catapulta el liderazgo de Mitre sobre Urquiza tiene lugar en septiembre de 1861; ese cambio en las reglas del juego gravita en todas partes y alcanza a San Carlos, distrito de la frontera sur y baluarte de la sociedad hispanocriolla, donde la disputa se da entre los líderes locales.

"El 1 de enero de 1862 el capitán de milicias y hacendado Francisco Lencinas dirigió el asalto a la casa del subdelegado nombrado por el entonces gobernador Videla apoyado por una partida de treinta personas que incluía a tres oficiales sembrando alarma entre los vecinos. Frente a la negativa del juez legal creado por el gobierno provincial, el “caudillo” había captado seguidores entre vecinos y dragones con la promesa de permitir el saqueo. A los cinco minutos de descarga de fusiles al grito de ¡maten a ese pícaro!, la “turba de bandidos” que aspiraba al pillaje fue interceptada por una partida afín al subdelegado que cuidó la “dignidad del gobierno, los intereses y las personas del lugar”, explica entusiasta Bragoni.

San Martín, Año Nuevo y desobediencia

La historiadora explica que en Mendoza los primeros días de enero de 1820 fueron críticos cuando José de San Martín decidió desobedecer a la autoridad central de Buenos Aires y sustraer el apoyo de su ejército a la guerra que libraba el Directorio contra los federalistas del Litoral.

Y amplía: “El 9 de enero de 1820 fue el día elegido por los revolucionarios de San Juan liderados por antiguos oficiales del Ejército de los Andes para rebelarse no solamente contra San Martín, que en ese momento era visto como un tirano, sino además para impugnar el sentido de unidad eficiente, como diría Juan Draghi Lucero, dado por el esquema de poder sanmartiniano construido paciente y aceleradamente entre 1814 y 1820”.

“Los primeros días de enero 1820 fueron críticos y fundacionales para la historia de Cuyo porque se termina y se liquida la Gobernación de Cuyo creada en 1813 y emergen tres provincias soberanas: Mendoza, San Juan y San Luis. La Gobernación de Cuyo desaparece como entidad política, creada para sostener la revolución en el Río de la Plata. Y es justamente desde el seno del Ejército de los Andes donde emerge el desmembramiento de la gobernación cuyana”, subraya la especialista.

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